viernes, 1 de noviembre de 2019

Libro


Cicerón
Defensa del poeta Arquías
Edición anotada por A. D’Ors Pérez-Peix y F. Torrent.
Madrid, Ediciones Clásicas, 1992. XLVI+62 páginas. 
ISBN 84-7882-066-3.

ÍNDICE
INTODUCCIÓN IX
I. La época del discurso XI
II. Arquías XIII
III. Estilo del discurso XVII
IV. Autenticidad del discurso XVIII
V. Análisis del discurso XIX
VI. Precedentes del caso de Arquías XXI
VII. El caso de Arquías XXVIII
VIII. Importancia del discurso XXXI
IX. «Humanitas» XXXIII
X. El texto XLII
XI. Bibliografía XLIV
PRO A. LICINIO ARCHIA POETA ORATIO: Texto y notas 


Este corto y ameno discurso de Marco Tulio Cicerón nos muestra el nudo central de su personalidad: un abogado enamorado de la literatura.
La determinación cronológica del pro Archia se funda sobre la noticia recogida en los Escolios Bobienses (Hild., p. I59) de que el tribunal que entendió de esta causa estaba presidido por el pretor Q. Tulio Cicerón, hermano de nuestro orador. Este, por su lado (§ II), coloca como más próxima censura la del año 70 y no menciona la siguiente, que es la del 60, de forma que el discurso ha de ser anterior a esta última fecha. Sabemos también por Cicerón que su hermano Quinto estuvo desde el 61 al 58 en el gobierno de Asia, y así su pretura ha de ser anterior al 61. Como, al mismo tiempo, Cicerón habla de su consulado del año 63 (§ 28), nos quedamos con una sola fecha posible para la pretura de Q. Cicerón: la del año 62. Esta es la fecha del pro Archia.
Cicerón está en los cuarenta y cuatro años: había sido cónsul el año anterior, y estaban vivos aún en la imaginación de todos los impresionantes acontecimientos relacionados con la conjuración de Catilina, dominada por Cicerón. El caso había sido grave y el Senado se había visto obligado a emplear medidas extraordinarias, el senatus consultum ultimum que otorgaba a los cónsules poderes para defender la seguridad del Estado: uideant consules ne quid detrimenti res publica capiat, poderes entre los que se contaba el de vida y muerte. Con ello la conjuración había sido vencida, pero Cicerón se había atraído gran número de enemigos. La vieja política republicana no podía continuar; era necesaria una nueva forma adaptable a la realidad del Imperio romano, y el que había de imponerla, Augusto, acababa de nacer.
En este mismo año Cicerón defendió a Publio Si1a, acusado de haber pertenecido a la conjuración. Cicerón está orgulloso de su actividad consular y no pierde ocasión de recordarla en todos los discursos de esta época. Pero crece el número de enemigos, y el año 58,
Clodio, contra el que Cicerón había atestiguado en cierto proceso y ha dirigido después una violenta invectiva (año 61), conseguirá sea decretada la interdictio agua et igni, que obligará a Cicerón a salir desterrado primero a Tesalónica y después a Dyrrachium, para volver a Roma pasado más de un año.
Nuestro discurso puede situarse, por lo tanto, en la época que va del consulado al destierro, como un momento de ameno reposo en un tiempo de enconadas luchas políticas, como apacible remanso en quebrado torrente.


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